La primera víctima, Emmanuelle Sépharad, tenía ochenta años y residía en las
afueras de París, en un apartamento de renta limitada. No tenía enemigos,
era una persona muy apreciada en el barrio y, sin embargo, recibió el
primero de los ya innumerables ataques del denominado "terrorista del loro".
El terrorista consiguió acceder al apartamento de la señora Sépharad, entró
en su dormitorio, liberó a uno de sus loros mortíferos y desapareció sin
dejar rastro. Poco tiempo después, el animal empezó a proferir una serie de
gritos insoportables que minaron las fuerzas de la anciana, provocando su
muerte al cabo de unas semanas.
A pesar de los esfuerzos realizados por las autoridades, nadie consiguió
alejar al loro de aquella habitación. Sépharad murió observando aterrorizada
el rostro de aquel animal chillón.
Viendo el éxito obtenido por su primer ataque, el "terrorista del loro"
empezó a liberar aves mortíferas por doquier, provocando la muerte de
incontables ancianos, incapaces de soportar los incesantes chillidos de su
verdugo emplumado.
Desde aquí quisiera rendir homenaje a algunas de las víctimas, animando a su
vez a los cuerpos policiales para que investiguen y encuentren el modo de
apartar a los loros de las víctimas que su amo escogió para ellos.
"Cathérine Léandre, 68 años"
"Lilianne Férdinand, 87 años"
"Charlotte Minoire, 66 años"
"Didier Antorche, 67 años,
sobrevive aún gracias a su incipiente sordera"