En el andén de la estación Sagrera de la Línea 1 siempre hay gente
rara esperando el metro. Pero no más rara que en otras estaciones. De hecho,
no es gente rara, he de reconocerlo, pero supongo que todos nos teñimos de
rareza al meternos en el metro y volvernos tipos callados y pensativos que
esperan.
Dos tipos callados y pensativos que esperan.
En el andén había uno, que parecía hablar solo. Delgado. Mal vestido.
Cargado de bolsas del Condis o del Carrefour. Eran las nueve y media de la
noche y yo volvía a casa a cenar después de una clase horrible de Estética,
en la que distintos espontáneos entrados en la cincuentena han hecho un
ingenuo alarde de su ignorancia. Ha llegado el metro, he visto un asiento
libre, y he ido a sentarme. No suelo hacerlo, la verdad, pero queía leer un
poco, y así es más cómodo. Detrás mío ha entrado corriendo el tipo de las
bolsas, pero no ha podido adelantarme. No es que yo acustumbre a hacer
carreras por un triste asiento, simplemente ha ocurrido así. Yo estaba
antes. He subido antes al metro. Pura física. Sin embargo, el tipo no parece
haberlo entendido así, y ha hecho público su disgusto. Se ha cagado en no sé
qué o quien. Pero nada personal. Como hubiéramos hecho cualquiera en su
situación. No obstante, en mi absoluta generosidad, y desde el infinito
aprecio que siento por toda vida humana, en especial la mía, y no fiándome
de los desconocidos que chillan y fuman en el metro, he dicho (sin oírme,
pues iba escuchando el "Presence" de Led Zeppelin, buen disco (pero de los
buenos de verdad, no como el "London Calling" de The Clash, que te dirán que
es bueno por quedar bien con la crítica; sin embargo, como a mí la crítica
nunca me ha invitado a café, ni a galletitas, ni siquiera se ha dignado a
saludarme cuando se cruza conmigo por la calle, pues no tengo que andarme
con zarandajas, así que el London Calling me parece un disco mediocre, y lo
digo así, delante de todo el mundo)), he dicho: "anda anda, siéntate,
siéntate". Y él, mirándome, desde unos ojos azules medio cerrados, apagados,
casi vizcos, ha empezado a decir cosas. Pero como ya he dicho que estaba
escuchando música, no le he oído. Ha movido todas sus bolsas, se ha sentado.
Y ha empezado a hablar ininteligiblemente, con voz de yonki y mirada de
yonki. Esa voz nasal de risa fácil. Mirada entrecerrada, borracha, perdida,
pálida y tal y cual. Yo he afirmado con la cabeza, pensando que me estaría
agradeciendo, simplemente, tal acto de filantropía. Pero sigue y sigue,
habla mientras sujeta con una mano un cigarrillo. En esto que me lo tira a
los pies. Y me saco los cascos y lo pillo a media conversación, dirigida a
mí, supongo.
-... si todos hiciéramos lo mismo... imagínate...humo por todos laos... ¿A
la gente le puede molestar tanto humo del tabaco, sabes? Pero apágalo hombre,
apágalo (ahora entiendo por qué me ha tirado el cigarro a los pies, para que
se lo apagara, no entiendo por qué no podía hacerlo él) Ahí, ahí, esa chispa...
apágalo bien que podría venir un niño y quemarse... allí hay una chispilla...
es que si no, imagínate... todo lleno de humo, si todos hiciéramos lo mismo...
esto sería ju ju, ¿como aquellos trenes viejos no?.. que sacaban tanto humo.
Debían ser peligrosos con tanto humo y tanto carbón. Imagino yo que no
debían dejar fumar al... al conductor. Explotaría todo ese carbón. Porque
sabes que iban con carbón. Y claro, aquello explota, imagínate. Saldría el
conductor volando. ¿Pero volando a trocitos eh? Un brazo por aquí. Una
pierna por allá. La oreja. La cabeza. El estómago. Por eso que no podemos ir
fumando en el metro sabes... Y quizá a los pasajeros imagino yo también que
no debían dejarles fumar en aquella época. Aunque no sé yo si se habría
inventado el tabaco ya. Supongo que sí. Porque Lucky Luke iba con esa
bolsita siempre. Pero eran porros todo antes. Todo el mundo iba allí uh uh
emporrao siempre. Excepto el conductor de la locomotora, que no le dejaban
fumar porque si no le podían despedir. Y en aquél tiempo había poco trabajo
y por eso todo el mundo era pistolero ju ju ju. Con aquellos puentes que
había de madera altísimos altísimos, imagínate que explotara allí. No podían
fumar en esos trenes. Con tanto humo. Y toda aquella maquinaria que iba toda
a prisión. Y los conductores allí fumando.. no hombre, cómo iban a fumar. No
se podía poder, porque eso explota imagínte, un vagón en Francia, otro en
Alemania, la locomotora partida en dos en los pirineos. Yo creo que el
conductor si veía que aquello iba a explotar debía saltar, ¿no? Porque claro,
podías tirarte y romperte un brazo, una pierna, un tobillo o abrirte la
cabeza. Pero no te mueres explotado vivo. Aunque si había piedras tirarse es
peligroso también. Pero imagino yo que seguramente se tiraban. Aunque si hay
árboles podían morirse atravesados por una rama, claro, claro, de su propio
peso, de la potencia de la fuerza del impulso del salto, si había una rama
seca así... o rota... eso se te clava en el pecho y debías quedarte así como
Jesús, todo muerto crucificao, ahí en la cruz. ¿Te bajas aquí? ¿No tendrás
papel para un porrillo no?