Estos últimos días he estado estudiando para un examen de Historia del cine
y necesito compartir con ustedes toda la sabiduría que he adquirido. He
decidido hablarles del cine musical, pues justamente el profesor Fernando De
Felipe ha preguntado por este exitoso género en el examen. Un género, dicho
sea de paso, tan atrayente como la petanca o una piedra en el riñón.
El tema en cuestión da para mucho, así que intentaré ser sintético. Me
centraré únicamente en la primera etapa del musical cinematográfico, la
etapa muda, hablándoles de tres autores fundamentales: Gertie Lenders, Billy
Handers y Richie Pauper. Lenders inauguró el género musical propiamente
dicho con su primera película titulada “No le digas esas cosas al perro”
(1915), donde se nos narra, a partir de la gesticulación de los actores, la
historia de un homosexual apático que no encuentra las gafas (un tema que
acabaría siendo recurrente en las películas del género). La obra fue
recibida con cierta indiferencia, pero el dato no es relevante porque antes
de 1930 más de la mitad de la población americana era tirando a catatónica.
Una escena conmovedora del film de Lenders
Dos años más tarde, impresionado por la opera prima de Lenders, Billy
Handers decidió empezar una colección de sellos. En 1919 estrenó al fin
“Cántale a mamá”, cuya coreografía muestra una complejidad tan elevada que
ni el propio autor logró entenderla. A Handers se le ocurrió insertar en el
filme una serie de rótulos que indicaban la letra de las canciones, pero el
público se sintió insultado: “como si no supiéramos leer los labios, no te
jode”, afirmó un crítico cinematográfico en el “Daily Press”.
Como ven, la coreografía no era precisamente minimalista
Pauper fue sin duda el verdadero triunfador del género musical. “Tres
mujeres y una sola raja”, su película más sorprendente tanto por el guión
como por la puesta en escena, iba de un hombre que se enamoraba de una mujer
casada. La originalidad del tema no era el único atractivo del filme. En los
créditos iniciales se explicaba que cada uno de los actores que participaban
en la obra llevaba algún tipo de prótesis, de modo que el público intentaba
detectar las prótesis una a una a lo largo de la película, sin despistarse
ni un segundo. La estrategia funcionó, y al cabo de unos meses Pauper murió
abofeteado.
Al parecer, el tipo del paraguas era manco
Esta es, a grandes rasgos, la historia del cine musical mudo. No me he
explicado con el rigor de mi maestro, el doctor De Felipe, pero para esto ya
están sus clases, que cuestan veinte euros la hora.