Como es habitual en estas fechas, los habitantes de la Alta Engandina han
empezado a adornar con cabras el tendido eléctrico. La vida de estas
curiosas criaturas penderá de un hilo hasta el 6 de Enero, día en el que
serán finalmente descolgadas.
Se desconoce el origen de esta tradición, que año tras año deja sin luz a
unas treinta mil familias. De hecho, son muchos los rituales de este tipo
que se siguen practicando sin saber exactamente qué sentido tienen. Un
ejemplo claro es el de Kaohsiung, una ciudad situada en Taiwan en la que
cada año alguien roba el coche del alcalde, lo cuelga de un poste y se
suicida a pedradas.
¿Es necesario seguir practicando rituales que han perdido su sentido
originario? Filósofos de la talla de Heidegger (un metro sesenta y cinco de
alto) ya dijeron en su momento que la tradición no se legitima por sí misma,
siendo necesario revisarla y ponerla en tela de juicio. Siguiendo a
Heidegger, hace tiempo que en mi casa renunciamos a la estúpida costumbre de
comer doce uvas el día de Fin de Año. Sustituimos este rito por otro mucho
más actual y con pleno sentido: la desfragmentación del disco.
Como sabrán, desfragmentar el disco duro de un ordenador consiste en
reordenar toda la información que hemos ido acumulando en él de forma
fragmentada, para que posteriormente pueda accederse a ella más rápidamente.
Desfragmentar es algo así como ordenar la habitación, poner las cosas en
su sitio. No hay fecha más indicada para ello que el 31 de Diciembre:
repasamos toda la información que hemos ido acumulando y la ordenamos para
empezar con buen pie el nuevo año. Si el año anterior las cosas han ido
realmente mal, siempre se puede optar por el formateo puro y duro, una
práctica más radical pero con un gran efecto catártico.