Cosas que brillan
Lamberto se convirtió, efectivamente, en un mito. Sobre todo en Carson City, ciudad en la que residía. Así describió él mismo su odisea en una visita al programa That’s your turn: “Recuerdo que llegué al trabajo y, lo típico, la gente me dijo que me había visto en la carta de ajuste. Y a media mañana, cuando la anécdota ya no era el tema de conversación, un amigo me llamó y me comentó que me estaba viendo. Yo le contesté que sí, que gracias, no le di importancia al tiempo verbal. Pero él insistió en que me estaba viendo en aquel preciso instante. Y bueno, el resto de la historia ya lo saben. Me fui a casa y había como cien personas esperándome.” De Richard Lamberto se hicieron pegatinas, camisetas e incluso gorras, todas ellas sin su consentimiento expreso. Se convirtió en un icono popular. De hecho, un miembro del equipo de rodaje de El sexto sentido, amigo personal suyo, consiguió convencerle para que apareciera en la película como figurante con frase. Pero siempre que Lamberto hablaba de su fama repentina lo hacía con hastío, consciente de que en el fondo la gente se reía de él. “Puede que a un actor le compense la fama porque, al fin y al cabo, sabe que la gente le admira o le odia por lo que hace. A mí la gente me admira porque tengo esa cara y ese bigote y porque ambos salieron por la tele durante horas. Un besugo en una pescadería no tiene la más mínima trascendencia. Pero exhibe ese mismo besugo en el Rockefeller Center y verás cómo se convierte en una especie de Winston Churchill del star system acuático.” Esa ingeniosa a la par que amarga reflexión de Lamberto acabó inspirando “Cosas que brillan”, un ensayo magistral sobre la potencia discursiva del fuera de contexto escrito por Marcel Lonegan, profesor de la Universidad de Stanford y artífice de otros artículos brutalmente inspirados como “Naked and Faked” o “Beaches, Bitches and other essays for Alice”. El ensayo define la carta de ajuste de la WTR como un “protoreality” y compara el “caso Lamberto” con ciertas parodias difundidas en internet en las que personajes anónimos dan la vuelta al mundo, en ocasiones muy a su pesar.
“Lo bueno -y también lo malo- de Richard Lamberto es que es un tipo muy inteligente. Es capaz de analizar su propio caso desde la distancia y por lo tanto se da cuenta de que todo es completamente absurdo, completamente vacío. De ahí esa pose tan trágica. Y de ahí también que la entrevista que le hice en That’s your turn sea la mejor que he hecho nunca.” Esas declaraciones de Weiner Grimt están declinadas en presente pero, lamentablemente, Richard Lamberto ya es cosa del pasado. Ha muerto esta mañana a causa de un infarto de miocardio. Probablemente su mito se revalorizará ahora y su club de fans en Facebook le dedicará un sentido homenaje. Pero, en el fondo, como él mismo decía, la gente estará homenajeando a una cara y a un bigote que aún hoy siguen pareciendo divertidos porque salieron en la tele cuando no tocaba. El verdadero Richard Lamberto, contable de mirada lúcidamente triste, ha encontrado al fin un rincón para la intimidad acompañado, eso sí, de un centenar de anónimos cadáveres.